Caminando en el silencio con la
sensación de conectar con un profundo vacío. Difícil de identificar y de
definir. Esforzándome en ponerle palabras que no quiero oír. Perdiéndome en la
fantasía de lo que no fue. Entrando en sus profundidades con miedo, confiando y
respirando. Un lugar donde me siento perdida aunque yo sólo sepa dónde está la
salida.
Sosteniendo su peso y los efectos
en mi cuerpo. Sin necesidad de escaparme. Puedo entrar y puedo salir sin
engancharme. Un vacío que yo sólo puedo cubrir, que forma parte de mí.
Atravesando la oscuridad con cautela,
con esperanza. Viendo la luz que avecina el final de un largo túnel por el que
es necesario pasar. Y allá está esperándome, la calma, la plenitud. Dónde ya no
importa lo que pase fuera, acontecimientos que vienen y van, personas que están
o que han dejado de estar, momentos, circunstancias intermitentes…qué más da.
Desde este lugar me puedo relacionar sabiendo que pase lo que pase he
encontrado la paz.
Honorable y valiente la niña que
nació, entregándose a la vida sin más, confiando en lo que iba a ocurrir, con
la fuerza de vivir. A mi bebé eterno e inocente expuesto a las luces y a las
sombras de su existencia. Disfrutando de cuidarlo, amarlo y respetarlo.
Una fuerza que me impulsa a
desarrollar el amor, fundiéndome en un cálido abrazo, silencioso, sintiendo la
entrega, dando lo mejor de mí, ternura
en mi corazón, el llanto de un niño, compasión.
Recordando el vértigo que me
producía entrar en este lindo lugar y el cómo huía de él sin el dejar de hacer.
Ocupándome, entreteniéndome, colocándome….sabiendo que es necesario pasar por
el dolor para comprenderlo y recuperar la libertad de vivir, de decidir y de
ser feliz.
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